Pero el hecho sería sólo anecdótico si no hubiera invocado a la historia para intentar dejar mal parados no solo al presidente Morales, sino a todos los bolivianos.
Afirma, suelto de huesos, que esta batalla fue la única donde combatimos ambos países juntos, además dice: "es la única acción bélica boliviana de renombre, pues antes abandonaron su litoral casi sin combatir (salvo la inflada refriega de Calama, donde murieron 20 bolivianos y siete chilenos. De allí se origina el héroe boliviano Eduardo Avaroa) ". Lo que olvida con malsana intención es que fueron 130 bolivianos civiles entre peones y hacendados contra una columna conformada por más de 500 soldados del ejército chileno preparado para la guerra.
Luego dice: "Nos metimos en esta guerra por tontos, pues lo cuerdo hubiera sido declararse neutral y no sentirse amarrados por el pacto defensivo con Bolivia, dado que este país había roto las condiciones para invocar ese acuerdo al haber provocado la intervención chilena por no respetar un tratado legítimo". Osea, según este "notable historiador", el país del sur no ambicionaba los ricos salitrales de Antofagasta, menos aún le interesaba la riqueza del departamento peruano de Tarapacá. Los chilenos no querían hacer guerra; sin embargo, poseían la mejor flota del Pacífico y un ejército tan preparado y presto que en una sola acción ocuparon Antofagasta. Para Aldo Mariátegui nosotros somos culpables, sigue la tesis de Chile que dice: "No fue nuestra culpa, no queríamos nada". Pero con qué gusto se quedaron con todo. Los chilenos se prepararon largos años para ocupar territorios vecinos, lo demuestra la historia y ese no querer queriendo que hoy también utilizan y que se nota a leguas.
En el colmo de la audacia escribe: "Si el torpe Prado hubiera tenido más carácter, la prensa local hubiera sido más responsable y la ciudadanía menos ilusa, esa guerra no tendría por qué haber sucedido, porque era un problema ajeno". Nos recuerda a la posición clásica de los "señoritos" limeños que no les interesa nada de lo que suceda si no es en Lima. En esa época no les interesó el destino de Tacna ni Tarapacá, sólo saltaron como liebres cuando los chilenos llegaron a la capital, se razgaron las vestiduras y murieron vanamente muchos jóvenes por culpa de una reacción tardía.
Cualquier historiador sabe que Chile ambicionaba Tarapacá, lo miraba de reojo. Tanteó y vió que Perú estaba tan indefenso como Bolivia y es por eso que el ministro plenipotenciario José Antonio de Lavalle fracasó en Chile al intentar dialogar; más bien los chilenos denunciaron un improbable "pacto secreto para agredirlos" y se victimizaron ante los ojos ingenuos. Claramente se ve que los chilenos tenían toda la intención de encontrar un pretexto para declararle la guerra a Perú, y no como dice torpemente A. Mariátegui que "era un problema ajeno". ¿Acaso cree que si Perú hubiera tenido fuerza militar suficiente para enfrentarlos, los chilenos se hubieran lanzado a esta aventura?
No cabe duda que cada vez más este advenedizo "periodista" -y ahora "advenedizo historiador chileno"- ha agarrado la costumbre de creernos ignorantes. ¿Es, o se hace?