Los más claros señalan, sin dudas ni murmuraciones, directamente al candidato de su preferencia; pero los que dicen estar indecisos, puede que por rezagos éticos interiores, hacen extensos rodeos de palabras para llegar a sus conclusiones maniqueas.
Primero dicen que son otros los culpables de este escenario, no los demócratas, sino el "pueblo" que ha decidido empeñar su futuro a Keiko Fujimori o a Ollanta Humala. Esta es una falacia. Si bien es cierto que Ollanta ha recibido amplio respaldo de los sectores más excluidos (por identificación y esperanza), también es cierto que Keiko pasó a segunda vuelta con su voto fujimorista cautivo, ni más ni menos. Son los candidatos perdedores quienes le dieron pase a la fujimorista al dividir a sus simpatizantes en tres opciones y que juntos sumaban hasta mucho más que Ollanta. Pero no, los apetitos personales de sus líderes y la ciega terquedad de sus votantes "inteligentes" fueron culpables de la situacion que hoy se quejan amargamente. Así que dejen en paz a al "pueblo ignorante" (que en realidad no lo es).
Después hacen comentarios exhaustivos sobre quien es peor; cual experimentado tendero de barrio, hacen malabares para contrapesar en su balanza a ambos candidatos y afirman que los dos tienen igual lastre antidemocrático, que ambos son igual de peligrosos. Por lo tanto, optarán por el "mal conocido, antes que el otro que no se sabe", o como dijo Lourdes Flores: "una dictadura conocida y nacional, a una posible dictadura internacional".
Esta es otra equivocada y prejuiciosa conclusión traida de los pelos. Equivocada porque no podemos sopesar una maquinaria corrupta, dictatorial y, sobretodo con gran experiencia, que gobernó el país, contra una que aún no existe, que recién se montará -si es que tienen razón los antihumalistas-, después de 28 de Julio y que tardará meses o quizás años en formar sus cuadros. Una ya existe, la otra es una posibilidad. Y, al contrario de lo que afirma Lourdes Flores, es más facil enfrentar y desmontar una dictadura neonata, que una vieja y mañosa que ya hizo lo que le dio la gana.
También, estos analistas siempre concluyen con que hay que pensar en el futuro del país, en la continuidad del crecimiento, en la tranquilidad de los inversionistas, etc. afirmando que sólo una puede hacerlo: Keiko, y que Ollanta no asegura esa posibilidad por sus inclinaciones ideológicas. Esta conclusión puede parecernos contundente y definitiva; pero la realidad latinoamericana nos ha demostrado varias aristas: países gobernados por derechas conservadoras que le hicieron mucho daño a su economía y países con gobiernos de izquierda que condujeron a su pueblo a un desarrollo más perentorio. Es el caso de Chile, gobernado por la izquierda de Lagos y Bachelet, o de Brasil con Lula, sin dejar de mencionar Uruguay. Son hechos concretos. Seguramente muchos dirán pero ¿Venezuela?, pues justamente, allí tenemos el espejo de lo que no debe hacer un gobierno de izquierda si desea avanzar. Y Ollanta tiene la oportunidad de escoger ante la atenta mirada de todos los peruanos listos para encaminarlo.
Pero con Keiko y los fujimoristas reciclados no hay ninguna posibilidad de encaminar nada; no hay cosa peor que una derecha populista. La maquinaria de la mafia ya está aceitada y a la espera de que su última pieza -Keiko- sea colocada en el poder para empezar a funcionar.
Por último, alegan que Keiko no es su padre. Es cierto, no lo es, pero su entorno es el mismo y algunos embriagados del poder cercano ya han sacado la garra. Aunque, si lo pensamos bien y hacemos un experimento quitando la sombra de Alberto Fujimori ¿qué queda de su hija? una Keiko sin piso, sin el peso de estadista que le quieren dar. Apenas sí veríamos a una oscura congresista que hizo mediocre trabajo. En resumen, no quedaría nada, ¿Y los fujimoristas serían capaces de votar por nada? Por su puesto que no, siempre votarán por Alberto Fujimori, el verdadero candidato.
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