viernes, 23 de octubre de 2009

¿SER ANTIABORTISTA ES SER UN REACCIONARIO?


En los últimos días se han dado opiniones, encuestas, discusiones a todo nivel en torno al controversial tema de la legalización del aborto. Los representantes de cada parte han expuesto hasta el cansancio sus razones, algunas intolerantes, otras comprensivas y la mayoría inconsecuentes con sus principios.
Esta discusión ha estereotipado a los antagonistas: Aquellos defensores del aborto, bajo cualquiera de sus modalidades, que mayormente son los intelectuales o progresistas -conocidos como gente de izquierda-; mientras los que están en contra son los conservadores y religiosos -llamados también reaccionarios-. Esta elemental forma de agrupar a la gente por su ideología es peligrosa porque nos aleja de un verdadero análisis de quiénes están a favor y quiénes en contra.
En primer lugar, la defensa de los más pobres, la justicia social, la igualdad de derechos, la inclusión de los discriminados, la defensa de la vida de los débiles, o, simplemente, el cambio de este sistema por otro más justo y humano, son características que identifican a los progresistas e intelectuales. Pero en el tema del aborto, de pronto, muchos de estos intelectuales cambian. Se convierten en defensores a ultranza del facilismo, del conformismo, de la solución rápida y sin esfuerzo: el aborto. Para ellos es la panacea que solucionará las violaciones, la miseria, la salud, y, un poco más, el cambio de las estructuras de un mundo tan injusto. La verdad es que estos intelectuales se convierten en más reaccionarios que los liberales pues ¿cómo podemos llamar a los que apoyan pisotear los derechos de los indefensos en pro del bienestar de otro? Esto es lo que se propugna con el aborto: que un ser humano pueda hacer lo que quiera contra otro más débil (e inocente de los hechos) que no puede reclamar su derecho a vivir. El sistema funcionando en todo su esplendor.
Por el otro lado, los conservadores se rasgan las vestiduras, dicen que el aborto es un asesinato y que Dios no lo permite. Estos son tan incongruentes como los primeros, protegen la desigualdad y explotación humana, permiten la pobreza y guerras, se hacen los ciegos ante la injusticia y luego resultan defensores de los desamparados. Estos antiabortistas no actúan por principios morales, sino por conveniencia, por apariencia o por proteger a su aliada la Iglesia.
Al margen de estas dos posiciones existe gente que cree en la vida, sin tapujos ni poses. Principistamente cree que la pobreza y el sufrimiento deben ser erradicados, que debemos luchar contra la exclusión, la injusticia y por la ecología; pelear a brazo partido contra el abuso y la explotación humana, contra el abandono de nuestros hermanos de la sierra y selva. Por eso mismo, hay que proteger el derecho de los que no pueden defenderse; es un deber estar en contra del aborto pues es la demostración de consecuencia con esos ideales.
Es reconfortante que una encuesta publicada por La República a desnudado las verdaderas posiciones de la gente: Los ricos, los conservadores, las clases pudientes, están a favor del aborto; los pobres, las clases excluidas, están en contra. Ello demuestra dos cosas: que los ricos nunca abandonarán su mentalidad egoísta, ajenos al sacrificio por los demás. En cambio, los pobres, así tengan que tragar tierra, tienen espíritu solidario para respetar el derecho a vivir de seres más indefensos que ellos.
Y para aquellos que dicen que la legalización favorecerá a las mujeres más pobres, téngalo por seguro que no, porque ellas seguirán atendiéndose en las condiciones más deplorables de un hospital del Estado, a su cuenta y riesgo. En cambio las mujeres pudientes si estarán felices porque seguirán atendiéndose muy seguras en clínicas particulares, con la diferencia que ahora ya no estarán cometiendo un delito.
Para aquellos que dicen que el pueblo actúa por presión de la Iglesia o ignorancia, vean el ejemplo de ese humilde padre colombiano que perdonó la vida de su nieto, producto de una violación a su hija de once años.
En caso de legalizarse el aborto, sólo se beneficiarán los irresponsables y los violadores. Porque en el primer caso, ya nadie les pondrá reparos a sus "equivocaciones" y los violadores se salvarán de mantener niños para toda su vida. Mientras, el Estado se evitará gastos sociales y no aumentará la "superpoblación" peruana.

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