Hoy, si estuviese vivo, Kenule Beeson Saro-Wiwa, hubiera cumplido 68 años, edad de madurez esplendorosa para un escritor. Hoy, si estuviese vivo, digo nada más, quizás habría estado presentando un nuevo libro o, seguramente, estaría tras de una cámara de televisión produciendo algún documental. Pero no, Ken Saro-Wiwa fue ahorcado como un vil delincuente hace 14 años. Su delito: enfrentarse al poder de la dictadura de su patria, Nigeria, y, sobre todo, enfrentarse al poder del dinero de la Shell.
Además de escritor y periodista, Ken era un activista en favor de los derechos de los pueblos nativos y la ecología de la selva nigeriana. Como tal, representaba al Movimiento por la Supervivencia del Pueblo Ogoni (MOSOP), que estaba enfrentado a la prepotencia de la Royal Dutch Shell, la cual hacía extracciones petroleras en el delta del Níger desde 1958, cuando pertenecía aún a la colonia inglesa.
Además de escritor y periodista, Ken era un activista en favor de los derechos de los pueblos nativos y la ecología de la selva nigeriana. Como tal, representaba al Movimiento por la Supervivencia del Pueblo Ogoni (MOSOP), que estaba enfrentado a la prepotencia de la Royal Dutch Shell, la cual hacía extracciones petroleras en el delta del Níger desde 1958, cuando pertenecía aún a la colonia inglesa.
Ken Saro-Wiwa se oponía férreamente a los abusos de esta petrolera anglo-holandesa que venía destruyendo impunemente el hábitat del pueblo Ogoni, al cual él pertenecía orgullosamente. Sus protestas fueron contestadas por el gobierno en forma brutal, en donde mueren más de dos mil activistas. Se prohibió el acceso a periodistas de cualquier medio de comunicación nacional o extranjero para ocultar la verdad.
De pronto, Ken termina envuelto en una trampa: son asesinados cuatro dirigentes ogoni -muy familiar el estilo-, lo culpan y toman preso. Lo aislan, torturan y condenan a muerte junto con otros compañeros. La dictadura nigeriana cumple la sentencia el 10 de noviembre de 1995.
El escándalo y la protesta de la opinión pública conciente hizo que la Shell saliera de ese país. Después de una década de juicios y demandas que ha terminado en el tribunal de Mannhattan, Nueva York, la poderosa petrolera ha aceptado pagar una idemnización de 11 millones de Euros; de esa manera se salva de ser incluido en el juicio por violación a los derechos humanos y asesinato de este noble guerrero de la ecología.
El vocero de esta transnacional, Malcolm Brinded dijo: "Aunque estábamos preparados para ir a juicio y limpiar nuestro nombre, creemos que la forma correcta de seguir adelante es centrarnos en el futuro del pueblo ogoni, importante para la paz y la estabilidad y la región". Una excusa, un miedo a que los hallen culpables.
Sin embargo, ese dinero es apenas una migaja para una empresa que llega a tener utilidades anuales de 30 mil millones de dólares. Una irrisoria suma que no compensará jamás el sacrificio de este hombre de color.
Si Ken Saro-Wiwa estuviera vivo, andaría por la jungla luchando aún por los desdichados; pero ¿hubiese sido premiado por la Academia Nóbel?
Mientras tanto, hoy mismo, día de su cumpleaños, el mundo entero se sorprende con la noticia que el Premio Nóbel de la Paz se la otorgan a otro negro: un Obama engordado de demagogia, paralizado de verborrea y reducido a una marioneta que se mueve al compás de sus titereteros.
Mientras tanto, hoy mismo, día de su cumpleaños, el mundo entero se sorprende con la noticia que el Premio Nóbel de la Paz se la otorgan a otro negro: un Obama engordado de demagogia, paralizado de verborrea y reducido a una marioneta que se mueve al compás de sus titereteros.
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