Este primero de octubre les deseamos un feliz día a todos los hombres de prensa que trabajan en un medio formal -o tal vez informal- rompiéndose el alma en busca de la noticia del día.
Un homenaje sincero a aquellos que no olvidan la esencia de su tarea: buscar la verdad y decirla sin tapujos ni parámetros; hombres y mujeres que seguramente viven desempleados la mayor parte de las veces por ser consecuentes con su conciencia, aún a costa de su bienestar económico y social.
Saludos a los blogueros que desarrollan el periodismo de hormiga, aquél que nadie entiende porque creen que ser "periodista" es sólo asomar sus caras en los noticieros o firmar sus nombres en un artículo de algún diario importante.
Porque, señores, el periodismo es una carrera muy especial, su objetivo no es sólo ganar dinero a costa de servir con el lomo al suelo, ni de vender su lengua al mejor postor. Tampoco es una carrera de improvisados o advenedizos; peor aún, no es un oficio alternativo para desempleados de otras profesiones.
El título de periodista hay que ganarlo a brazo partido y manos limpias, desde la universidad, estudiando, leyendo, investigando, desmenuzando cursos y temas que nos enseñen a comprender universalmente al mundo, a entender la política, el deporte, la sociología, el humor, el arte o cualquier otra actividad en donde uno se desempeñará.
El más grande mal de la profesión es, justamente, la ignorancia, la falta de criterio que todo hecho o noticia tiene un origen y un objetivo que hay que investigar con responsabilidad para evitar los comentarios facilistas o elementales que hacen que la opinión pública termine viendo sólo lo superficial de los hechos y nunca los analice. Los resultados son fatales: gente sin conciencia social ni política, borregos que van al matadero sin saberlo, desmemoriados que repiten los mismos errores y zamarros que se aprovecha de ello.
Por eso el trabajo del periodista es importante; y por eso también es peligroso.
Y, finalmente, aunque debía ser al principio, un reconocimiento sincero a los periodistas muertos en acción, aquellos mártires que cayeron atrincherados en la barricada de la verdad.
Un homenaje sincero a aquellos que no olvidan la esencia de su tarea: buscar la verdad y decirla sin tapujos ni parámetros; hombres y mujeres que seguramente viven desempleados la mayor parte de las veces por ser consecuentes con su conciencia, aún a costa de su bienestar económico y social.
Saludos a los blogueros que desarrollan el periodismo de hormiga, aquél que nadie entiende porque creen que ser "periodista" es sólo asomar sus caras en los noticieros o firmar sus nombres en un artículo de algún diario importante.
Porque, señores, el periodismo es una carrera muy especial, su objetivo no es sólo ganar dinero a costa de servir con el lomo al suelo, ni de vender su lengua al mejor postor. Tampoco es una carrera de improvisados o advenedizos; peor aún, no es un oficio alternativo para desempleados de otras profesiones.
El título de periodista hay que ganarlo a brazo partido y manos limpias, desde la universidad, estudiando, leyendo, investigando, desmenuzando cursos y temas que nos enseñen a comprender universalmente al mundo, a entender la política, el deporte, la sociología, el humor, el arte o cualquier otra actividad en donde uno se desempeñará.
El más grande mal de la profesión es, justamente, la ignorancia, la falta de criterio que todo hecho o noticia tiene un origen y un objetivo que hay que investigar con responsabilidad para evitar los comentarios facilistas o elementales que hacen que la opinión pública termine viendo sólo lo superficial de los hechos y nunca los analice. Los resultados son fatales: gente sin conciencia social ni política, borregos que van al matadero sin saberlo, desmemoriados que repiten los mismos errores y zamarros que se aprovecha de ello.
Por eso el trabajo del periodista es importante; y por eso también es peligroso.
Y, finalmente, aunque debía ser al principio, un reconocimiento sincero a los periodistas muertos en acción, aquellos mártires que cayeron atrincherados en la barricada de la verdad.
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